martes, 5 de enero de 2010

LAS ABARCAS DESIERTAS



Aunque muchos de vosotros ya conocéis este poema de Miguel Hernández, e incluso lo habéis trabajado en clase, quiero que este sea el primer texto con el que recordemos al poeta, del que en 2010 se cumple el centenario de su nacimimiento. Para que no olvidemos que a pesar de los setenta y tres años que han pasado desde que lo escribió, sigue habiendo "abarcas desiertas".

Las abarcas desiertas


Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas

Miguel Hernández

Abarca: Calzado muy tosco
Regato: Arroyo muy pequeño
Ser pasto del rocío: Estar cubierto de rocío
Alborada: Amanecer
Encono: Odio
Majada: Lugar donde de noche se recoge el ganado y los pastores.
Escarcha: Rocío de la noche congelado.

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